Me llamo Fufy y tengo tres años. Por fin encontré un hogar. Durante años he estado vagando sin rumbo fijo por la Tierra. Cuando todavía poseía una existencia corpórea fui condenado a vagar en el cuerpo de un niño de tres años. Acabo de encontrar una casa llena de niños y mi misión en ella es aterrorizarlos y escandalizarlos hasta conseguir que deseen la muerte. Por ahora aún están tranquilos, no saben que estoy aquí, no tienen ni idea de que sus vidas están a punto de cambiar.
Estoy en el desván, escuchando sus inocentes risas y observándolos mientras corretean despreocupadamente por el jardín desde la ventana. Por las noches los veo dormir, sumidos en el mundo de los sueños. No pueden verme o, por lo menos, no por ahora. Escucho la lenta y paulatina respiración del menor. De repente, y sin explicar el porqué, abrió los ojos, me miró y se puso a llorar. Todavía no me explico cómo pudo verme. Pero, bueno, no pasa nada, tendré que observarlos a partir de ahora a lo lejos. Mi plan no cambiará, de todas maneras.
Andrea Iglesias. 1º Bach A
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